OPERACIÓN TRASTERO


El mundo que nos ha tocado experimentar es como es gracias a las materias que lo componen. Sin ir más lejos, somos una sociedad asentada bajo las virtudes del hormigón armado, la estructura que sostiene la mayoría de nuestras edificaciones. Sin él, no podríamos construir como lo hacemos. El desarrollo de nuevos materiales y procesos con los que tratarlos ha sido el detonante de numerosos cambios a lo largo de la historia, tanto económicos como sociales. La importancia de los materiales de nuestros productos no es menor, supone una pieza clave para determinar su calidad, es decir, la experiencia que tenemos con ellos. Al adquirir cierto conocimiento técnico sobre los materiales podremos realizar mejores compras.

Existen varias formas de clasificarlos. En primer lugar, pueden ser naturales o sintéticos, siendo estos últimos el resultado de distintos procesos llevados a cabo por el ser humano. Un material puede derivar de la unión de otros materiales, llamándose en esos casos aleaciones o compuestos, como el latón o el corian.

De forma general, se establecen cuatro grupos de materiales según su procedencia:

    1. Animal: fibras animales, huesos, cuernos, cueros y pieles.

    2. Vegetal: maderas, tallos, hojas, fibras liberianas y fibras de frutos.

    3. Mineral: metales ferrosos y no ferrosos, metales preciosos, rocas, cerámicas y vidrio.

    4. Plásticos: termoplásticos, termoestables, elastómeros, bioplásticos y fibras plásticas.

La aplicación de un material a una obra de diseño viene dada por sus propiedades, que son un conjunto de características que condicionan su comportamiento ante determinados estímulos, como la luz, las fuerzas, la humedad… Las propiedades del material a escoger tendrán que ser acordes con el uso al que irá destinado el producto. Pueden dividirse en físico-químicas, mecánicas, tecnológicas, sensoriales y ecológicas.

Conocer las propiedades de un material nos ayudará a saber si beneficia al producto que queremos comprar o, por contra, si entorpece su función. Al mismo tiempo, nos servirá para buscar mejores alternativas.


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La mejor forma de entender el buen diseño es a través de un caso real. En esta entrada, vamos a analizar uno de mis productos favoritos que, a pesar de tener más de 100 años de antigüedad, sigue vigente: la maquinilla de afeitar de doble filo desarrollada por King Gillette en 1904.

Una maquinilla de afeitar es un producto diseñado para realizar dicha actividad de manera cómoda y segura. Antes de su invención, el instrumento utilizado era la navaja, que requería mayor destreza. Gillette lanzó al mercado un modelo formado por 3 piezas: una tapa, una base para la cuchilla y un mango. La pieza superior tiene un pequeño eje que se atornilla al mango y mantiene el conjunto unido. En 1934, Gilette introdujo una versión mejorada que ni siquiera requería desmontar el producto para retirar la cuchilla. A final de la década impulsó otra maquinilla más depurada, eliminando el pequeño peine de los extremos.

En la actualidad, a pesar del auge de los modelos con recambios de varias hojas y los desechables, este diseño no se ha quedado atrás. Si realizamos un análisis teniendo en cuenta los puntos mencionados en la entrada anterior, podemos entender este hecho.

En primer lugar, el objeto es extremadamente eficiente por varios motivos. El afeitado es bueno, no se requiere de una técnica depurada ni se corre el riesgo de realizar cortes muy pronunciados. Todos los elementos pueden limpiarse correctamente gracias al sistema de desensamblado, lo que contribuirá a una mayor durabilidad y, por ello, mayor ahorro.

Cuando la calidad del filo disminuye, basta con reemplazar solo la parte que deja de funcionar, es decir, la cuchilla. Esto tiene grandes beneficios medioambientales: se reduce la cantidad de desperdicio y, al ser un componente de un solo material, puede ser reciclado.

Por otra parte, es un diseño fácil de comprender en el que la estética se pone al servicio de la función. Las piezas son simétricas y se unen en torno a un mismo eje, lo que reduce la probabilidad de error en el montaje. El relieve que suele caracterizar al mango en la mayoría de los diseños ayuda a hacer fricción, de manera que no resbala entre los dedos.

Con esto resulta evidente que el buen diseño es capaz de hacernos la vida más fácil, cuidar el planeta y mejorar nuestra economía.


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Entendemos por diseño toda disciplina proyectual que busca ofrecer soluciones. Parte de una fase analítica y técnica que sirve de base para elaborar propuestas creativas. Éstas son evaluadas y desarrolladas posteriormente hasta llegar a un resultado acorde con las necesidades que plantea el problema a tratar. Es una actividad que se aplica a múltiples campos y, por ello, recibe diferentes subnombres (diseño gráfico, diseño de producto, diseño de interiores…).

El diseño está directamente vinculado con los medios de producción y, por ello, es una actividad de peso en la actualidad. Las consecuencias de un buen o mal diseño se multiplicarán por el número de unidades fabricadas, lo que puede acabar generando grandes problemas o beneficios a la sociedad, desde su economía hasta su salud.

Cada uno de los productos del mercado tiene una serie de beneficios, pero también una serie de inconvenientes. Para reconocerlos, debemos atender a los principios del buen diseño. El buen diseño es…      

    1. Innovador: parte de elementos ya existentes y los mejora, introduciendo novedades.

    2. Útil: siempre cubre una o varias necesidades de la mejor manera posible.

    3. Estético: tiene cierta armonía que hace a la obra agradable a los sentidos.

    4. Fácil de comprender: se explica por sí mismo, sin necesidad de instrucciones. La interacción es intuitiva. Esta característica puede extrapolarse más allá del uso, por ejemplo, en el montaje.

    5. Discreto: deja suficiente espacio para la autoexpresión del usuario, de manera que, por ejemplo, pueda adaptar o personalizar el uso a sus preferencias.

    6. Honesto: no pretende manipular al consumidor con falsas promesas. Se presenta tal cual es.

    7. Duradero: permanece útil durante mucho tiempo, dejando de lado las modas y el usar y tirar.

    8. Consecuente con sus detalles: rechaza la arbitrariedad. Cada una de las partes, por pequeña que sea, debe responder a una función.

    9. Respetuoso con el medioambiente: considera tu entorno, por tanto, te respeta a ti. Minimiza la contaminación a lo largo de todo el ciclo de vida, desde la producción hasta el desecho.

    10. Diseño en su mínima expresión: el bueno diseño no debe parecer, en sí, diseño, sino algo que surge de manera natural y lógica. Cuando entras en contacto con una obra de buen diseño piensas, ¿de qué otra forma iba a ser si no?


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Esta es la última parada del capítulo. Si ya has podido llevar a cabo las anteriores, seguramente estarás experimentando una sensación de alivio y liberación. Sé con certeza que el proceso es cuanto menos sencillo y corto. Dependiendo del individuo, puede llegar a durar desde pocas semanas hasta más de un año. Pero, una vez terminado, te darás cuenta de que verdaderamente vale la pena.

Habrás podido deshacerte de una gran carga, tanto física como mental. Tendrás un conocimiento mucho más seguro de lo que posees y no posees, sin que quepa duda alguna. Tu hogar se verá más amplio y no será necesario invertir tanto tiempo en limpiarlo. Por último, gracias a las ventas, seguro que habrás conseguido algo de dinero.

Como comentaba en el anterior post, de ahora en adelante deberás hacer un esfuerzo para no volver al punto de inicio. Si quieres mantener los beneficios que has conseguido, tus hábitos de consumo no podrán ser los mismos. Cuando sientas la imperiosa necesidad de comprar algo nuevo, ten paciencia y reflexiona. ¿Cómo mejoraría tu vida? ¿Podrías vivir sin ello? ¿Vas a darle mucho uso? ¿Tienes espacio donde ubicarlo? ¿Puede ocasionarte problemas a la larga?

Recuerda que los productos son herramientas que nos ayudan a satisfacer necesidades y, por tanto, mejoran nuestro nivel de vida. No obstante, como en todas las cosas, esta realidad no es absoluta. Tu felicidad no va a depender de cuánto tengas sino del significado de las cosas que tengas, de lo que suponen para ti.


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